Demócrito.

Filósofo griego, llamado el «filósofo risueño» por su eterna y amarga sonrisa ante la necedad humana. Demócrito parecía albergar, 
desde luego, ideas muy peregrinas; le preocupaba, por ejemplo, hasta dónde se podía dividir una gota de agua, podíamos ir 
obteniendo gotas cada vez más pequeñas hasta casi perderlas de vista. Pero ¿había algún límite? ¿Se llegaba alguna vez hasta un 
punto en que fuese imposible seguir dividiendo?
 
Para Demócrito, todo cuanto hay en la naturaleza es combinación de átomos y vacío: los átomos se mueven de una forma natural 
e inherente a ellos y, en su movimiento, chocan entre sí y se combinan cuando sus formas y demás características lo permiten; 
las disposiciones que los átomos adoptan y los cambios que experimentan están regidos por un orden causal necesario. En el 
universo, las colisiones entre átomos dan lugar a la formación de torbellinos a partir de los que se generan los diferentes 
mundos, entre los cuales algunos se encuentran en proceso de formación, mientras que otros están en vías de desaparecer.
 
Los seres vivos se desarrollan a partir del cieno primitivo por la acción del calor, relacionado con la vida como también lo está el 
fuego; de hecho, los átomos del fuego y los del alma son de naturaleza similar, más pequeña y redondeada que los demás.
 
La ética de Demócrito se basa en el equilibrio interno, conseguido mediante el control de las pasiones por el saber y la 
prudencia, sin el recurso a ninguna idea de justicia o de naturaleza que se sustraiga a la interacción de los átomos en el vacío.